Neurodivergencia: comprender la diversidad de las mentes humanas | RedAP

El concepto de neurodivergencia invita a revisar la idea tradicional de “normalidad” en el funcionamiento del cerebro. Lejos de una mirada patologizante, propone reconocer que existen múltiples formas válidas de percibir, aprender y sentir.

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Es un enfoque que pone en valor las diferencias neurológicas como parte de la diversidad humana. Implica pasar de un paradigma basado en el déficit a uno que promueva la inclusión, el respeto y la comprensión de los distintos modos de funcionamiento cognitivo.


Un término con historia y propósito

El concepto de neurodivergencia surgió en la década de 1990 dentro del movimiento por los derechos de las personas autistas. La socióloga y activista Judy Singer fue quien introdujo la noción de neurodiversidad para destacar que las diferencias cerebrales, como el autismo, el TDAH, la dislexia o la dispraxia, no deben entenderse como “anomalías”, sino como variaciones naturales de la mente humana.

En esta línea, se denomina neurodivergente a quien procesa la información, aprende o se relaciona con el entorno de un modo distinto al considerado neurotípico, es decir, el estándar social de funcionamiento cognitivo.


Del modelo del déficit al reconocimiento de la diversidad

Durante mucho tiempo, las neurodivergencias fueron analizadas desde un paradigma médico centrado en la patología y el déficit. Este enfoque reducía las diferencias a diagnósticos o descripciones clínicas, muchas veces sin considerar la dimensión social y subjetiva.

El paradigma de la neurodiversidad propone un cambio de perspectiva: en lugar de preguntar “qué le pasa a la persona”, invita a pensar “qué le pasa al entorno” que no logra adaptarse a esa diversidad.
De este modo, la atención clínica continúa siendo necesaria, pero se complementa con una mirada de derechos e inclusión, orientada a promover la equidad y la participación plena.


Qué significa ser neurodivergente

Las personas neurodivergentes pueden experimentar el mundo de maneras diversas: algunas presentan una mayor sensibilidad sensorial; otras, dificultades para mantener la atención sostenida o para interpretar las normas sociales implícitas. Estas particularidades no son fallas ni carencias, sino manifestaciones legítimas de diferentes modos de funcionamiento cerebral.

Comprenderlo implica también revisar los contextos educativos, laborales y sociales, que a menudo están diseñados bajo un modelo único de pensamiento.
La verdadera inclusión se alcanza cuando los espacios se adaptan a las personas, no cuando se exige que las personas se ajusten al entorno.


Un cambio de paradigma hacia la inclusión

Hablar de neurodivergencia es hablar de pluralidad cognitiva y de la necesidad de construir entornos accesibles. Implica reconocer que cada persona aprende, siente y se comunica de manera diferente, y que esas diferencias enriquecen la experiencia colectiva.

Fomentar la neurodiversidad significa derribar estigmas, promover la empatía y garantizar igualdad de oportunidades, sin reducir a las personas a un diagnóstico.


La neurodivergencia no es una enfermedad ni un obstáculo, sino una expresión más de la complejidad humana. Reconocerla nos invita a valorar la singularidad, a repensar nuestras prácticas cotidianas y a construir una sociedad donde todas las formas de pensar y sentir tengan lugar.